MI CARA DE ACELGA
Necesito compartir
esto, aunque me cuesta teclearlo pues la emoción es muy grande. Hace catorce años me encontraba cuidando a mi madre en el hospital, eran horas de verla
postrada en la cama, pero también de bonitas
conversaciones entre madre e hijo.
Una tarde mi madre
se me quedó mirando y me dijo: ven un momentico Albertico, ¿qué
te pasa hijo mío? Yo contesté vagamente que nada. Ella
me dijo, mira yo ya estoy acabando mi vida sé que me queda poco pero estoy
tranquila.He vivido con el amor de mi vida que era tu padre. He tenido tres
hijos a los que quiero y me quieren.Tengo unos nietos adorables ¿Qué más puedo pedir?. Ante la vida se
pueden tomar dos actitudes: vivirla con cara de acelga o
con la sonrisa.Yo lo tengo claro, hijo mío, me quedo con la segunda opción. Así que sonríe, pues si te quitan
la sonrisa de tu rostro te habrán vencido. Sé que
estás muy triste porque yo pronto os voy a dejar, pero te pido que afrontes la
vida con la sonrisa puesta. Todo eso me lo dijo con su voz dulce y sonriendo.
Ella se fue y procuré hacerle caso aunque en mi vida llovieran chuzos de punta.
Claro que algún día no sonreía, pero cuando me daba cuenta pensaba en las palabras de mi madre y me
la imaginaba diciendo: Pero qué cara de
acelga tienes Albertico y eso me arrancaba
una sonrisa.
Si nos roban la
sonrisa, parte de nuestra vida se va con ella. La vida a veces es dura, no lo
voy a negar, pero también es bella y llena
de pequeños detalles que lo confirman.
Siempre nos estamos
quejando de lo que no tenemos y pasamos por alto los regalos que nos da la
vida, algunos de ellos preciosos.
Gracias a los que
cada día se esfuerzan por hacernos sonreír y ver el lado positivo de nuestra existencia. Algunas veces mis días invitan a poner la cara de acelga, otros la sonrisa aflora fácilmente. Por eso
en los primeros miro al cielo y oigo cómo mi madre me dice: Pero qué cara de
acelga tienes hoy, Albertico, y
eso me arranca una sonrisa.
Alberto López Escuer
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