TOMÁS

 



 

Siempre me lo encontraba en la puerta de la iglesia de los salesianos de Pamplona. Era muy educado, me paraba a hablar con él, la vida no le había tratado bien, por eso pedía para poder sobrevivir. Pese a todo sonreía, con uno de los salesianos de la comunidad entabló amistad, le ayudaba en lo que podía, ese salesiano es de los que su mano izquierda no debe saber lo que hace su derecha. Un día la enfermedad le mordió de manera inmisericorde, entradas y salidas del hospital, él se aferraba a la vida con esperanza, pero la Parca lo llamó y ante esa llamada de nada vale resistirse. Hoy le he echado de menos al entrar en la iglesia, por eso he subido a teclear estas líneas. Es un homenaje a un hombre que se fue sin hacer ruido. La vida se le hizo dura, hoy seguro que está en el paraíso. Fue un hombre que vivió en las periferias materiales y existenciales. Los últimos días de su vida fue cuidado por su ex mujer y su hija. No estuvo solo, en sus ojos se le podía ver la bondad y la dureza de una existencia nada fácil. Hoy Tomás no está, se nota su ausencia, nos ha dejado en silencio, vivió con dignidad dentro de sus limitaciones. Un gran hombre, Tomás.

 

Alberto López Escuer

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