LA HERMANA ANN ROSE
Religiosa de la Congregación
de san Francisco Javier, que con su gesto ha dado la vuelta al mundo. Es un
claro testimonio de ofrecer la vida por los demás, en una situación muy difícil.
Ocurrió en Myanmar, Birmania, el país está destrozado por un golpe militar, las
manifestaciones se suceden y el intento de reprimirlas cada vez es más
violento. Los militares tienen orden de disparar a matar.
Los habitantes de Myanmar
viven una represión constante.
Es en una de estas
manifestaciones, cuando la hermana Ann Rose se puso de rodillas delante de unos
militares y les instó a que no dispararan. Su acción parece que en principio hizo mella en dos de los
militares que se arrodillaron para rezar.
Su valentía sin límites era
para salvaguardar la vida de niños y adultos.
En un momento determinado les
dijo a los militares: "Si realmente necesitan matar, mejor dispárenme a mí, por favor, daré mi vida".
Ofrecía su vida por ellos, no era una impostura, era una
realidad. En un momento muy delicado, cambiaba su vida por los demás, como hizo Jesús de Nazaret hace más de dos mil años.
Ann Rose representa a la
Iglesia en las periferias, donde los más pobres pagan caras las consecuencias,
incluso con sus vidas.
Los miembros de la Iglesia,
como Ann Rose, viven con ellos sus sufrimientos, sus desesperanzas y miseria.
El gesto de esta religiosa es
supremo y nada improvisado, no es postureo. Es ser coherente con el estilo de
vida que ha elegido y hacer vida las palabras de Jesucristo, que se pueden leer
en el evangelio de San Juan:
“Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
La hermana Ann Rose está dispuesta
a cambiar su vida por la de los manifestantes y los habitantes de su barrio.
La
fotografía de ese momento es un gesto
de tratar la unidad y la valentía de una Iglesia en salida, que busca que no haya más víctimas.
Alberto López Escuer
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