UNA VIDA COMPARTIDA
Recuerdo como si fuera ayer, ese 28 de mayo del
2001, eran las 9:50 de la mañana y sobre mis brazos ponían a mi
hija recién
nacida. Es un momento único,
quienes lo hayan vivido lo comprenderán. Lágrimas
de alegría
recorrían
mis mejillas. Ella evidentemente no me entendía pero le dije: Bienvenida cariño. Han
transcurrido veinte años desde ese momento, mucho ha llovido, muchas cosas han
pasado desde esa fecha.
El vinculo con mi hija Paula sigue siendo precioso.
Hemos recorrido un camino juntos donde ha habido de todo, buenos momentos y no
tan buenos, hemos llorado, hemos reído, pero sobre todo nos hemos querido y nos
seguimos queriendo.
Compartimos aficiones como el teatro, eso nos ha
unido mucho. Hemos coincidido juntos sobre un escenario y también
he tenido la inmensa suerte de dirigirla en varios
montajes teatrales y hasta en un cortometraje.
Paula,
como no podía
ser de otra manera, es una hija de su generación, pero
hemos conseguido un equilibrio muy bonito, aceptándonos en
nuestras diferencias y potenciando nuestras coincidencias. A mi me gusta el
cantante Alfred por su influencia y a ella le encanta Queen por escucharlo
conmigo. A Paula le gusta leer a Pérez-Reverte y a mi Blue Jeans, un
intercambio cultural e intergeracional precioso. Nos
encanta visitar museos juntos, nuestro preferido es el Museo del Prado.
Mi hija es un presente lleno de cualidades, pero
también un futuro prometedor.
Son veinte años que se me han pasado
volando. Yo ya peino canas y ella está
en una etapa muy bonita de su vida.
Cuando nació Paula comprendí lo que sería dar la
vida por alguien, sacrificarse por su bienestar y darlo todo para que tenga una
vida lo más cómoda posible, sin caer en consentirla en todo, eso seria
malcriarla y no estamos para eso.
Desde ese 28 de mayo del 2001 la vida me cambió y me
cambió porque Dios me hizo un precioso regalo y cada día trato de demostrarle
que la quiero con palabras y con hechos.
Una
vida compartida y llena de buenos momentos.
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