AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS
El
otro día
estaba en casa. Era una tarde de domingo lluvioso y más bien triste. Abrí el
cajón
de mi mesilla de noche y encontré el reloj de bolsillo de mi padre. Enseguida
me acordé de la canción de Joan
Manuel Serrat "Aquellas pequeñas cosas”.
Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió
boleto
de ida y vuelta.
Cuántas
veces vi mirar a mi padre la hora en aquel reloj que ahora tenía yo en mi mano.
En mí afloraron
recuerdos de una infancia vivida en familia, con tardes de domingo que aunque
fueran lluviosas, parecía
que brillaba el sol, tardes de castañas al fuego, de televisión
y risas.
Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Estuve
unos minutos contemplando ese reloj que para mí estaba lleno de amor. Recuerdo
de una época que no va a volver, pero que está grabada en mi
corazón y que ese reloj me hizo volver a ella aunque fuera por unos instantes.
Como un ladrón
te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí.
Sabía que
estaba en ese cajón,
pero no pude evitar la sorpresa al abrirlo y ver allí a “la patata”,
como llamaba mi padre a ese reloj. Y pasó lo que pasó, por unos instantes me
instalé en el nº
7 de calle Melancolía.
Que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que lloremos
cuando nadie nos ve.
Pero
me mudé pronto al barrio de la alegría, ese reloj me hizo ver lo dichoso que fui en mi niñez
y la suerte que tuve de tener un padre como el mío.
Alberto López
Escuer
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