DE PROFESIÓN LA POLÍTICA, CAIGA QUIEN CAIGA Y CUESTE LO QUE CUESTE

 



Creo que son pocos los que se dedican a la política por vocación. Son más los que la han convertido en una profesión, en este caso me refiero al lado negativo de la expresión.

Son capaces de todo con tal de seguir manteniendo su estatus o su puesto en el partido. La mediocridad y la medianía hace años que se han instalado en nuestra clase política. Tratan de asegurarse un puesto y un sueldo elevado para ellos. Son capaces de traicionar al líder que antes alababan y lo presentaban como su salvador o de pisar las cabezas que sean necesarias para seguir. Se las apañan para adular al que lo va a sustituir para no caer en desgracia. Varios y en diferentes partidos hemos visto estos últimos años los temidos Idus de Marzo , pues eso significaría que se les acabaría el chollo y tendrían que trabajar de verdad. Ellos y ellas dicen que trabajan mucho por España y se lo creen, trabajan para ellos mismos sin el más mínimo empacho, para medrar y mantenerse trabajando poco o todo lo menos que puedan.

Hay algunos políticos que cambian de partido más que de chaqueta. Sus mudanzas ideológicas son dignas de estudio. Les montan chiringuitos para que sigan chupando del bote y normalmente los paganos somos los contribuyentes, que para eso también son muy listos.

Los hay de todos los colores y partidos, no se salva ninguno.

Repasas sus currículos y siempre han estado a la sombra de un partido para poder llevar un sueldo a casa -un gran sueldo, por otra parte, como he dicho más arriba- han sabido cambiar de color como los camaleones cuando la ocasión lo requería y estaba en peligro su permanencia, cosa que no podían permitir, y si no les gustan al líder los principios que tienen, no importa, del bolsillo se sacan otros para que los tengan en cuenta para puestos, listas o lo que les pueda seguir dedicando a la política. Ni tienen vocación, ni aptitud de servicio hacia los demás, la única vocación que tienen es la de vivir a costa de los demás, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

 

Alberto López Escuer

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