Me enteré de tu muerte de pura casualidad. Me quedé impactado. Hacia tiempo que no hablábamos ni nos veíamos. Vivir en distintas ciudades facilitaba que eso
fuera así. Cada uno
estaba enfrascado en su realidad, alguna vez intentamos quedar, pero fue
imposible.
Compartimos buenos momentos cuando estábamos juntos, pero la hermana muerte te visitó hace
unos meses y te llevó con ella.
He tardado mucho en asimilar tu muerte- mira que
damos rodeos para evitar esta palabra- me era difícil hacerlo, pues tú rebosabas vida. No diré la edad que tenías pues tú eso lo llevabas mal, no
te gustaba decirla y cuando alguien te la preguntaba te enfadabas muchísimo. Ahora tu nieta, seguro que te echará de
menos, como tu hija, a la cual estabas muy unida. Eras una madre que luchó muchísimo por sacar adelante a sus dos hijos.
Debiste luchar con mucha valentía contra la enfermedad que tenías, pero te venció. La muerte
ganó y se llevó
a una mujer excepcional.
Mira que reñíamos de una forma amistosa. Bueno, algunas veces no tanto, pero las aguas
siempre volvían a su cauce.
Siempre discutíamos de fútbol, tu eras muy
del Real Madrid y yo me inclinaba más por el equipo que cuando gana títulos los va a celebrar a la fuente de Canaletas. Aunque no olvido la vez que vimos juntos un Real
Madrid-Osasuna y nos goleasteis. Tu
sonreías mientras yo te decía, ¡no tenéis piedad!
También íbamos al teatro, a los dos nos gustaba. Viniste a ver
algunas de las obras que dirigí. Por cierto, estoy dirigiendo los ensayos de una obra que fuimos a
ver juntos.
Ahora ya no estás, te has ido, me resisto a hablar
de ti en pasado, pero la dura realidad es que hay que hacerlo.
Las calles de tu ciudad están un poco mas vacías sin ti. Guardo como oro en paño el libro “Te
llamaré Viernes”, de Almudena Grandes – si la ves dale saludos de uno de sus lectores-.
Te fuiste, pero dejas en mi corazón una huella, que ni el viento ni la lluvia
la podrán borrar. Hasta siempre.
Alberto López Escuer
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