Era su concierto de despedida de Navarra. Más de cincuenta años sobre los escenarios. Con sus canciones crecimos, nos enamoramos, también vivimos rupturas, momentos de alegría y de tristeza. Todo esto ha ido componiendo la
banda sonora de nuestras vidas. Como un día comentamos
en una agradable conversación con Ana Belén, fue una noche llena de nostalgia. El maestro fue desgranando cada una de ellas. No interpretó nací en el Mediterráneo, pero me encanta esa canción. Me enamoré de aquellas pequeñas cosas que nos hacen
llorar cuando nadie nos ve. Hicimos camino al andar y cuando recuerdas la
primera vez que escuchaste esta canción ves que
esa senda ya no la vas a volver a pisar.
El maestro domina el escenario como ninguno, haciéndonos reír con sus comentarios, nos transmite
compromiso, amor por la tierra. Por su madre
aborrece la injusticia y no se muerde la lengua a la hora de denunciarla, señalando a los tipos con los que tiene algo personal. Todo ello con voz suave, sabiendo utilizar las
palabras adecuadas en el momento preciso de su espectáculo.
Fue un hasta luego, dice que ya no se volverá a
subir más a un escenario. En el Navarra Arena nos dimos cita los que le hemos
ido acompañando en su caminar. También se unieron nuevas generaciones. El
maestro gusta a personas de todas las edades.
La despedida tiene algo de emoción, de tristeza y también de nostalgia. Eres consciente de que tú ya peinas canas, que no
eres el joven que ibas a sus conciertos. Éste es el último y por eso había que disfrutarlo, como así hice. No niego que
alguna lágrima se me escapó. Canciones
del maestro que, por circunstancias que no vienen al caso, significan mucho
para mí, me emocionaron.
Fue una noche mágica con
muchos buenos momentos. Con el
maestro, el nano del Poble Sec, que un día entró en nuestras vidas con sus canciones y nunca nos abandonará. Él se baja de
los escenarios, pero siempre no quedan sus canciones que resuenan en nuestro
corazón como bellas “ Paraules d'amor”.
Alberto López Escuer
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