SARA Y ALBA
Alba tiene
unos ojos muy grandes que recién despiertan a la vida hace poco que ha nacido, ha
traído la felicidad a su familia. Sara, su madre, la mira con mucho amor, un amor profundo
y lleno de preciosos matices. Ha esperado
tanto ese bebé que cuando lo tuvo en sus brazos se sintió la mujer más dichosa
del mundo. Las noches son maravillosamente largas, interrumpidas por el llanto
de Alba que reclama su alimento.
Es una niña
deseada y queridísima. Desde que nació todos los días son
fiesta, alegría y acción de gracias. Sara, su madre, es dichosa pues Alba ha llenado de vida.
Su voz se quiebra de emoción cuando
habla de ella, se le ve exultante, no es para menos, ha sido una hija muy
deseada. Se ha encontrado con dificultades
en el camino, pero Alba ya esta aquí. Sara ha
decidido tenerla sola, una decisión que
algunos no comparten, pero que a ella no le importa pues tiene las ideas
claras. En cada gesto Sara transmite mucho amor hacia la pequeña Alba, que la
mira con esos ojos que son preciosos.
Escenas así
te reconcilian con la vida, son la esencia de la bondad y la entrega. Solo una madre mira así, ama de esa manera. Sara dibuja una sonrisa al mirar
a su hija que transmite una alegría profunda,
una felicidad buscada, vivida en clave de amor. Cuando está en su brazos y ella la mece con suavidad, ese
momento se transforma en un mundo silenciosamente amoroso de comunicación entre madre e hija, un mundo que solo ellas
entienden y les hace crecer en complicidad. Un universo de sonrisas, de amor y
de vida entre Sara y Alba, una gota en el mar de la vida pero, que si no
estuviera, a ese mar le faltaría algo
maravilloso.
Alberto López Escuer
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