SABINA SIEMPRE SERA SABINA


 


El otro día tuve ocasión de ver en directo a Joaquín Sabina, fue un concierto que estuvo lleno hasta la bandera. Para el de Úbeda no pasan los años en balde, se le notan diría que en demasía los achaques y lo que no lo son, le han pasado factura.

Pero Sabina siempre será Sabina, por mucho que oigas sus canciones te harán viajar en uno de esos trenes que van hacia el norte, como cuando eras más joven. Esas canciones te llegan al corazón y te transportan a tu juventud, recuerdos de la cuadrilla que sacábamos las entradas con nuestros ahorros para poder ver al gran Sabina, porque siempre tendrá un hueco entre nuestros artistas preferidos.

Sabina siempre será Sabina. Ahora durante los conciertos apenas se levanta de la silla, sus canciones más rokeras ya no están en su repertorio, imagino que será cosa de la edad y de vivir muchos años en el lado salvaje de la vida.

Como dijo en el concierto, le están dejando solo, Krahe, Milanés y Aute dejaron ya este mundo. Serrat se ha retirado, es el llanero solitario cabalgando encima de un escenario. Sabina siempre será Sabina y tal vez esta sea su última gira, o tal vez no, con él nunca se sabe. Siempre suele llevar la contraria y contra todo pronóstico sigue al pie del cañón, llenando los recintos donde canta. En Pamplona tuvo que poner otra fecha pues en la primera la entradas se vendieron rápidamente. Porque Sabina será siempre Sabina, se rodea de los mejores músicos -aunque se echa de menos al eterno Pancho Varona que contra todo pronostico no le acompaña en esta gira, ellos sabrán –.

Ofreció un precioso concierto, el público estuvo en perfecta comunión con él, todos los presentes somos de la idea de que el fin del mundo nos pille bailando y que ser cobarde no vale la pena. Fue una gran noche junto al maestro, porque Sabina siempre será Sabina, genio y figura.

 

Alberto López Escuer  

Comentarios

Entradas populares de este blog

QUIERO HECHOS, NO PALABRAS. SI QUIERO PALABRAS, ME LEO UN LIBRO

SARA MORTENSEN, O EL TRABAJO BIEN HECHO

JOSEAN, EL HOMBRE SERENO