GRACIAS POR ESTAR EN LA CÁRCEL
Era una tarde de otoño lluviosa y fría. En uno de los módulos se estaba realizando una Celebración de la Palabra que dio paso a una reflexión que nos conmovió el corazón a todos los presentes.
Uno de los internos dio las gracias por estar en la cárcel. La estancia en el Centro Penitenciario le había hecho asumir la culpa de lo que hizo, saber pedir perdón a quien más había hecho daño, su familia. Dentro de la cárcel decía que se sentía libre, fuera era preso de sus desmanes, ha sido un proceso largo, no cabe la menor duda.
Él se lo agradece a Dios que le hizo ver la vida imposible que había hecho a los de su alrededor. Les ha pedido perdón y está deseando salir de la cárcel para poder sentarse con su hijo y volverle a pedir perdón.
Las palabras venían directas desde su corazón arrepentido. Primero se había perdonado él, un proceso que seguro no le fue fácil- para luego pedir perdón a los demás.
Otro recluso de religión musulmana, decía que era un buen hombre que le había ayudado en su primer día en la cárcel. ese día comió solo, pero luego con un pequeño gesto le invitó a sentarse con él. Ese gesto lo agradeció y ahora lo trata como un padre lo llama “Pa”. Como se puede ver el diálogo interreligioso surge fácilmente sin grandes estridencias, aceptando las diferencias y buscando lo que une. Cuánto nos queda por aprender.
Desde fuera, que alguien diga que agradece el estar en la cárcel puede sonar muy raro y poco o nada creíble. Pero en este caso que nos ocupa, lo decía de verdad desde lo más hondo de su ser.
Los caminos del Señor son insondables, este es un claro ejemplo de ello. Partiendo de un hecho durísimo como es ingresar en una prisión, un camino que nadie querríamos recorrer, sirve para que una persona, sepa enfrentarse a sus delitos, asumir su culpabilidad y no sólo eso, también tener capacidad de pedir perdón. Una senda que, seguro fue difícil, como he escrito mas arriba, pero que dado el resultado ha valido la pena hacerlo.
Mientras hablaba el silencio era absoluto. Todos escuchábamos ese testimonio de vida, una vida rota que ahora se recompone. Esa tarde de otoño las palabras de ese interno nos hicieron ser un poco mejores personas y saber que Dios escribe recto con renglones torcidos. ¡Gracias por tus palabras llenas de vida hermano!
Alberto López Escuer
Comentarios
Publicar un comentario