SILLAS VACÍAS EN NOCHEBUENA
Ramiro pasa de los cincuenta sobradamente. Cuando se acerca la Navidad todos los años le pasa lo mismo, sobre todo los últimos. Piensa que parece que hay que ser feliz por decreto. Él no odia la Navidad, ni mucho menos, la ve de una manera serena y con el corazón encogido. Lejos quedan aquellas mesas llenas de familiares pasando la Nochebuena juntos, había risas, anécdotas, pero sobre todo la alegría de estar juntos, ya podía hacer frio fuera, alrededor de la mesa el ambiente era cálido y acogedor.
Con el paso de los años, recuerda que la primera ausencia fue la de su abuela, Marcela se llamaba, él lo sintió mucho. Luego su padre, su madre, su hermana… Cada vez había mas sillas vacías. A Ramiro cada año se le encogía el corazón, aunque le gusta la Navidad. Hasta que por diversas causas solo quedó una silla ocupada, la suya, como ahora, que una nochebuena más la celebrará solo. Atrás quedan los villancicos, los juegos de mesa… ahora cena, ya no cardo, como hacía su madre, qué rico estaba. Tampoco se habla de fútbol, en la mesa se sentaban aficionados del Real Madrid, Athletic de Bilbao y él, que era del Barça, menuda mezcla, pero lo pasaban bien, ni peleas amistosas por los turrones. A Ramiro le gustaba el blando, el mismo que a su hermana, pero había para todos sin ningún problema ya se encargaba su madre de ello.
Ahora cena solo, sin prisa, tampoco quiere que la nostalgia le invada, aunque el corazón se le encoge, aunque ya se ha acostumbrado a pasar en soledad esa fecha tan señalada, es consciente que esos tiempos no volverán.
Saborea cada plato mientras va viendo la televisión, suele ver Telepasión, eso le divierte. Cuando llegan los postres, más bien el postre, no hay con quien pelearse por el turrón blando, ojalá, aunque él era más rápido en coger el primer trozo. No descorcha ninguna botella de cava, más bien porque Ramiro es abstemio.
No está triste, tampoco resignado, ha asumido la realidad que le toca vivir con naturalidad y mirándola a los ojos.
Al fin y al cabo mañana será otro día y la vida continuará, pero para Ramiro la Nochebuena y la Navidad significan mucho, él es un hombre familiar -paradojas de la vida -. Acaba de cenar, se sienta en un sofá y coge un libro para hacer hora para ir a trabajar, este año le toca.
Antes de salir de casa dice un Feliz Navidad con un nudo en la garganta mientras mira al cielo.
Alberto López Escuer
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