AQUÍ LA SOLEDAD ES MUY DURA

 



 

Esta afirmación me la dijo una de las reclusas del Centro Penitenciario de Pamplona al que voy como voluntario. Estaba charlando con un grupo de ellas. La Navidad se aproxima y en su cara se les nota la tristeza de no poder compartirla con sus seres queridos. Algunas son madres, lo que hace más duro vivir estas fechas señaladas sin poder abrazar a sus hijos. Los sentimientos están a flor de piel, las lagrimas caen por las mejillas de varias reclusas, sus ojos transmiten una infinita tristeza, no pueden contener el llanto. Es comprensible, son muchos recuerdos de gente que está afuera y que, en el mejor de los casos, la pueden ver una vez por semana.

Las escucho, es lo mejor que se puede hacer en estos casos. Si lo que vas a decir no mejora el silencio lo mejor es estar callado. Alberto, esto es muy duro, los días pasan lentos pero más la Navidad, por eso queremos que pase pronto.

Cuando se  van al chabolo - es así como llaman a las celdas- y son chapadas- encerradas en él- la soledad se multiplica, aunque compartan celda con alguna compañera, la tristeza no se mitiga. Más bien se acentúa.

Bien es verdad que como me dijo X se tienen las unas a las otras, pues son las que mejor se pueden comprender. Viven la misma situación y eso las une. Unas son el hombro de las otras cuando la pena les invade.

Mientras nosotros estamos celebrando junto a nuestra familia la Nochebuena, ellas ya estarán solas en su chabolo sin el calor de los suyos. La población reclusa es invisible a los ojos de la sociedad. Se enfrentan a una doble condena, la impuesta por el delito que han cometido y las miradas inquisitivas de la población.

Cuando salimos los voluntarios, acerté a decirles que no están solas, que hay gente como nosotros que las quiere. No sé si eso les ayudó, pero lo dije de corazón.

 

Alberto López Escuer


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