Sus rostros se llenaron de lágrimas, sus corazones rebosantes de
experiencias se veían reflejados en el dolor que
vivió, camino de la cruz, Jesús de Nazaret.
Estaban rezando cada una de las estaciones del Viacrucis, era en el módulo
de mujeres de un centro penitenciario.
Era un Viernes Santo, donde se conmemora la crucifixión y muerte de Jesucristo, en
Jerusalén hace más de dos mil años. Le acompañamos en su camino a la cruz -Viacrucis- pero en este caso lo
hacíamos con mujeres que conocen en
primera persona el padecimiento, la indiferencia y la soledad. Mujeres cuyas vidas estaban rotas de muchas maneras, también habían caído como el nazareno, les habían ayudado a levantarse. Se habían encontrado con algún que otro Simón de Cirene, que les llevaban su
cruz para que descansaran de tanto sufrimiento.
También entre ellas se ayudan en los
momentos difíciles que viven en el módulo. El
sufrimiento les une, quiénes mejor que ellas para comprenderse, ayudarse y
consolarse.
Algunas habían huido de un infierno para
meterse en otro que dio con ellas en la cárcel. Son vidas con muchas batallas perdidas.
No solo era el Viacrucis de Jesús de Nazaret, era también el Viacrucis de sus vidas, unas
vidas marcadas por tropiezos, épocas oscuras y errores que les
habían llevado a esa situación.
Fueron juzgadas en su momento por los jueces, pero también por la sociedad.
Más de una se atrevió a hacer su ofrenda en forma de
canción. Con su voz acarició el dolor de
Jesús el Nazareno. Intentó aliviar a ese condenado a morir
en la cruz, y también a expresar su dolor cantando,
con mucho sentimiento y preciosas voces que sonaron como la mejor de las
saetas.
En algunas estaciones
expresaron en voz alta sus peticiones, sus anhelos y esperanzas. No cabía más sentimiento en sus palabras, les salían del fondo de su corazón.
Algunas de ellas ahora vivían la más absoluta de las soledades,
como la que sintió
Jesucristo cuando en los peores momentos de su vida, sus amigos más íntimos lo abandonaron y hasta uno
lo negó diciendo que no lo conocía.
Fuimos testigos mudos de un momento muy especial, era mejor callar
pues lo que pudiéramos decir no mejoraría el silencio, era mejor escuchar
esos testimonios que eran pura vida. Ojalá que estas mujeres puedan encontrar
en su vida un vialucis que deje atrás sus años duros vividos.
Como dijo el Papa Francisco al visitar una cárcel de Bolivia:"reclusión no es lo mismo que exclusión".
Alberto López Escuer
Comentarios
Publicar un comentario