EL DÍA DESPUÉS
Cuando se apagan las luces de la clausura y los
galardonados han recogido sus premios, desde ese momento la ciudad de San
Sebastián vuelve a la normalidad. Atrás quedan nueve días de cine, estrellas y fans esperando a los actores
y actrices que les gustan, un selfie, un autógrafo les hará felices a esos seguidores pacientes. También se sacan fotos con alguno de ellos sin saber quiénes son.
Cuando despiertas, donde antes había una alfombra roja por la que pasó los más granado
de nuestro cine patrio e internacional, quedan las baldosas del suelo testigos
de la vida de la ciudad. Las
carteleras donde se anunciaban las películas que se iban a proyectar en el Festival, aparecen desnudas, sin
nada que anunciar. Uno se sobrecoge un poco al ver cómo la plaza que separa el
Hotel María Cristina y el teatro Victoria Eugenia, donde pocas horas antes había mucha gente y estaba llena de vida, el día después aparece casi vacía. Los
operarios recogen los stands publicitarios y el glamour de las grandes
estrellas que estuvieron, desaparece – se suelen ir temprano y con prisa-.
En el Kursaal, el epicentro de los grandes
acontecimientos de esos nueve días de cine,
apenas hay rastro de lo vivido en esos días.
El personal del Hotel María Cristina va despidiendo con diligencia y
profesionalidad a los que ocuparon sus habitaciones. Esos clientes importantes que van dejando vacío el hotel de gente de cine y todo lo que le rodea.
Todo vuelve a la normalidad, pero es impresionante
la eficacia de los operarios, que de la noche a la mañana -literalmente- hacen
desparecer cualquier rastro del Festival de Cine de San Sebastián.
El día después tiene sabor a nostalgia, balance y futuro, pues ya se piensa en la edición del año siguiente. Si no, que se lo digan a José Luis Rebordinos, director del
festival de cine que es uno de los más importantes del mundo del séptimo arte.
Alberto López Escuer
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