HAY QUE HACER LAS COSAS ORDINARIAS, CON UN AMOR EXTRAORDINARIO
Esta frase la dijo la Madre Teresa de Calcuta, una mujer que se gastó y desgastó por los más necesitados, siempre estuvo al lado del pobre y fue el rostro de Cristo para ellos.
Vivió su vida en clave de amor, un amor que le llevó a estar junto a ellos hasta el último momento de su vida. Su vida ha sido un ejemplo de entrega, pero una entrega desde lo cotidiano y dedicada a los más pobres a los que nadie quería, a los que no tenían un techo donde cobijarse y ningún sitio donde morir. La Madre Teresa se dedicó a ellos en cuerpo y alma, en ella encontraron consuelo y una persona que les escuchó y les atendió con mucho amor. Más de uno murió mientras ella le sostenía las manos, el último rostro que vieron fue el de la Madre Teresa. No murieron solos, ella estuvo con ellos transmitiéndoles amor y paz.
Nunca se dejó vencer por la rutina y las cosas ordinarias las hacía con un amor grande hacia los demás. Tal vez por eso amó tanto, porque lo hizo en lo cotidiano y ese amor le llevó a una mayor entrega.
Cuántas veces nos dejamos vencer por la rutina y hacemos las cosas sin pensar. Cosas ordinarias que las hacemos con dejadez y cierto hastío. Eso se nota y también lo notan los que están a nuestro alrededor.
Una casa se empieza por unos buenos cimientos y cuando llega a cierta altura sigue manteniéndose firme, pero si por el contrario los cimientos son enclenques, la casa termina por derrumbarse.
No podemos por ejemplo querer amar a nuestro prójimo más lejano si somos incapaces de querer a los que están a nuestro alrededor.
Y lo mismo pasa si solo hacemos con amor las cosas extraordinarias y somos por ejemplo incapaces de demostrar nuestro amor a la hora de servir la mesa o hacer las tareas más insignificantes con el mismo amor que haríamos las más extraordinarias.
La Madre Teresa fue un ejemplo de ello, se acercaba a los enfermos, los lavaba, les daba de comer y estaba con ellos haciéndoles compañía, todo ello con un gran amor.
Sigamos el ejemplo de Madre Teresa de Calcuta que partiendo de lo cotidiano supo ser signo y portadora del amor de Dios para los más pobres.
Alberto López Escuer
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