Hoy me traslado a los años setenta, concretamente a la calle Pedro Arnal Cavero nº3 de Huesca, en un bloque de viviendas que se conocía como las cuatrocientas viviendas. En ese lugar pasé mi infancia y juventud. Fuimos de las primeras familias en ocupar que no okupar aquellos pisos. Recuerdo esos años con mucha alegría, rodeada de buenos vecinos.
Había
mucha vida, muchos niños y niñas jugando; mi familia habitaba en el noveno
piso, a lado vivía la señora Delfina con su hija Aurora, arriba en
el décimo estaban Alfonso y Mari con sus hijas Carmen, Ana y Marta, luego nació
Alfonso, me unen lazos familiares a esa familia que tanto quiero,en el octavo Miguel
y Marina con sus hijos Miguel Ángel y Javier, también
el rellano lo completaban el señor Antonio y la señora Antonia, Rosa Mari -sus
carcajadas era contagiosas- y Gregorio un hombre muy peculiar que vivía solo.
Un
vecindario que éramos como una gran familia, viviendo las
alegrías y las penas, que las hubo, unidos.
Con
Mari, Marta y Ana jugábamos en la escalera a lo que se terciara, pasábamos
tardes enteras y días de vacaciones jugando y jugando. Recuerdo con mucho cariño
una tarde de CineExin en casa de ellas.
Eran
momentos muy divertidos, que dieron forma a nuestra niñez. Recordarlos esponja
el corazón, te transporta a otro modo de vida, ni mejores ni peores a los de
ahora, solamente distintos.
Compartíamos
tertulias muy interesantes, tanto mayores como pequeños, se forjaron amistades
que perduraron en el tiempo.
Días
oscuros también los hubo como por ejemplo cuando Manolo
el hijo de la señora Delfina se mató en un accidente laboral, los vecinos se
arroparon a la madre desconsolada, le dimos todo el cariño posible en un
momento tan difícil.
No
necesitábamos mucho para ser felices, los más jóvenes nos entreteníamos de una manera muy sencilla, no existían
ni videojuegos, y menos las redes sociales, pero era una comunicación y diversión
cara a cara.
Mientras
escribo este artículo, vienen a mi mente preciosos recuerdos. Cuánto tengo que
agradecer a ese grupo de vecinos que pese al paso de los años sigo teniendo en
mi corazón.
Poco a
poco a cada uno la vida nos llevó a distintos lugares, y la distancia nos separó,
pero no quiere decir que la distancia haya sido el olvido.
Los más
mayores nos han ido dejando, causándome mucho dolor sus pérdidas, les tenía mucho cariño.
A
algunos ya no los he vuelto a ver más, a otros la última vez que los vi en
persona fue en el velatorio y posterior funeral de mi madre, era una mujer muy
querida en el vecindario. También las
redes sociales me han ayudado a saber de la vida de varios de ellos.
Los niños
de ese vecindario, somos padres e incluso abuelos. Qué nieto más
precioso tienes Ana, me gustaría pensar que a todos la vida nos ha sonreído como deseábamos en aquellos tiempos. Me gustaría, por soñar,
juntarme con alguno de ellos y compartir mesa y mantel para recordar con alegría
los años vividos en esos pisos.Si no es posible, siempre estarán en mi corazón aquellos maravillosos vecinos.
Alberto López Escuer
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