martes, 8 de septiembre de 2020

AQUELLOS MARAVILLOSOS VECINOS


 Hoy me traslado a los años setenta, concretamente a la calle Pedro Arnal Cavero nº3 de Huesca, en un bloque de viviendas que se conocía como las cuatrocientas viviendas. En ese lugar pasé mi infancia y juventud. Fuimos de las primeras familias en ocupar que no okupar aquellos pisos. Recuerdo esos años con mucha alegría, rodeada de buenos vecinos.

Había mucha vida, muchos niños y niñas jugando; mi familia habitaba en el noveno piso, a lado vivía la señora Delfina con su hija Aurora, arriba en el décimo estaban Alfonso y Mari con sus hijas Carmen, Ana y Marta, luego nació Alfonso, me unen lazos familiares a esa familia que tanto quiero,en el octavo Miguel y Marina con  sus hijos Miguel Ángel y Javier, también el rellano lo completaban el señor Antonio y la señora Antonia, Rosa Mari -sus carcajadas era contagiosas- y Gregorio un hombre muy peculiar que vivía solo.

Un vecindario que éramos como una gran familia, viviendo las alegrías y las penas, que las hubo, unidos.

Con Mari, Marta y Ana jugábamos en la escalera a lo que se terciara, pasábamos tardes enteras y días de vacaciones jugando y jugando. Recuerdo con mucho cariño una tarde de CineExin en casa de ellas.

Eran momentos muy divertidos, que dieron forma a nuestra niñez. Recordarlos esponja el corazón, te transporta a otro modo de vida, ni mejores ni peores a los de ahora, solamente distintos.

Compartíamos tertulias muy interesantes, tanto mayores como pequeños, se forjaron amistades que perduraron en el tiempo.

Días oscuros también los hubo como por ejemplo cuando Manolo el hijo de la señora Delfina se mató en un accidente laboral, los vecinos se arroparon a la madre desconsolada, le dimos todo el cariño posible en un momento tan difícil.

No necesitábamos mucho para ser felices, los más jóvenes nos entreteníamos de una manera muy sencilla, no existían ni videojuegos, y menos las redes sociales, pero era una comunicación y diversión cara a cara.

Mientras escribo este artículo, vienen a mi mente preciosos recuerdos. Cuánto tengo que agradecer a ese grupo de vecinos que pese al paso de los años sigo teniendo en mi corazón.

Poco a poco a cada uno la vida nos llevó a distintos lugares, y la distancia nos separó, pero no quiere decir que la distancia haya sido el olvido.

Los más mayores nos han ido dejando, causándome mucho dolor sus pérdidas, les tenía mucho cariño.

A algunos ya no los he vuelto a ver más, a otros la última vez que los vi en persona fue en el velatorio y posterior funeral de mi madre, era una mujer muy querida en el vecindario. También las redes sociales me han ayudado a saber de la vida de varios de ellos.

Los niños de ese vecindario, somos padres e incluso abuelos. Qué nieto más precioso tienes Ana, me gustaría pensar que a todos la vida nos ha sonreído como deseábamos en aquellos tiempos. Me gustaría, por soñar, juntarme con alguno de ellos y compartir mesa y mantel para recordar con alegría los años vividos en esos pisos.Si no es posible, siempre estarán en mi corazón aquellos maravillosos vecinos.

 

Alberto López Escuer    

 

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